Las abuelitas y los abuelitos

Por Herman Duarte, originalmente publicada en LPG

Los abuelitos y abuelitas vienen en diferentes edades, hay quienes se hacen abuelitos a una edad muy joven y otros ya con unas canas incorporadas (o sin cabellera). Dicen que los abuelitos y abuelitas están para consentir a sus nietos. Son los niñeros por excelencia cuando no están los padres para cuidar a sus hijos, y en algunos casos, fungen también de madres y padres cuando esa ausencia se vuelve permanente. No todo mundo los tiene, pero quien teniendo la oportunidad no los aprovecha, pierde un espacio enorme para conocer su historia. Pues en los abuelitos residen baúles llenos de tesoros, que son los que recuerdas de esas vidas que se han ido construyendo sobre décadas de existencia. Así, más de alguno conocerá que existen historias que siguen floreciendo, que siguen encontrando su verano, a pesar de que los años han ido enterrando ese momento.

Son momentos que solo se puede revivir por medio del viaje imaginario que una historia conlleva, las fotos ayudan, pero la explicación para llegar al momento es lo que solamente se podrá encontrar con la interacción. Así, he viajado al maravilloso lugar conocido como Civitavecchia; al bautizo de Sandra Marinella no tan lejos de ahí; las Anguilas que nunca fueron cocinadas; su incansable manera de trabajar de lunes a domingo; o la explicación de la recurrencia del número 8 entre la noble y dulce Margotita y su gran amor, don Rolan; su afinidad por las tierra de Chalatenango y Ahuachapán; la afición por usar palas sobre arena volcánica y demás aventuras que por más de 50 años hicieron juntos.

Los abuelitos y las abuelitas, de cierta forma, nos permiten explorar terrenos que no podremos encontramos en ningún buscador en línea, pues esa historia solo se podrá transmitir en una ventana de tiempo, que, si tenemos suerte, la vida nos regala para interactuar con estos espejos de nuestro futuro. La vida nos presenta versiones pasadas, presentes y futuras de quienes somos y quienes podemos llegar a ser, los abuelitos y las abuelitas son el espejo de una parte nuestra. Y si nos aplica, también llevan un pedazo de nuestros primos, primas, tíos, tías, hermanos, hermanas, padre y madre.

Las abuelitas y abuelitos traen los títulos que solo otorga la gran escuela de la vida. Las credenciales que sostienen se manifiestan en esas poderosas frases que rozan cualquier materia de la vida: "Hágase billete de a mil" me aconsejaba en una ocasión mi abuelita Ligia; "siempre hay que dar las gracias" me explicaba la abuelita Margoth. Para muchos, los abuelitos y las abuelitas son fuentes de inspiración, de orgullo y de emociones altas que te hacen vibrar y moverte para lograr su beneplácito y satisfacción. Los abuelitos y abuelitas en muchas ocasiones fungen como imán que mantiene unidas a todas las piezas de la familia que se va expandiendo con el pasar de los años. Se vuelven una suerte de fuerza centrípeta que atrae hacia el nido inicial a los retoños (que han dado más retoños) y que los invitan a regresar a casa.

Aunque existen diferentes realidades sobre el tema de los abuelitos y abuelitas, con todo respeto, expongo estas líneas para felicitar a los abuelitos y abuelitas que han pasado esta cuarentena tan dura y recordarles que son fuente de inspiración para todo el país, pronto pasará esta etapa y podrán retomar sus rutinas. Todo va a salir bien. Finalmente, un mensaje para el ministro Alabí: es su responsabilidad cuidar a los abuelitos y abuelitas del Asilo Sara Zaldívar, no los olvide, por favor.

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