Gritar

Por Herman Duarte, originalmente publicada en LPG


El sábado antepasado, en medio de una tarde soleada con un café mal hecho, me dijo que tras aplicar el tratamiento que estoy por contar en esta columna, había recuperado esa vitalidad producto del desamor que le había amargado las últimas semanas de su existencia, y que ese dolor tan intenso se había esfumado tan rápido como llegó. Este método no implica hablar mayor cosa y es algo tan sencillo, que cualquier puede hacerlo, pero por normas sociales que se han enraizado en nosotros, no es tan fácil hacerlo.

Por ello, planteo esta columna experimental, con un triple ánimo: 1. Romper la monotonía de columnas que no son interactivas, es decir, que mi expectativa (y ya sé que está mal tener expectativas) es que además de leerla, usted haga la prueba y me mande un correo contándome cómo se sintió. 2. Dar un descanso al tema de todos los días que se expone (sin resultado alguno) en esos cientos de interacciones que van de redes sociales, plataformas de mensajería, prensa escrita, radio y televisión. 3. Crear una conexión con una audiencia que le interesen los temas de mindfulness y de desarrollar otras habilidades, no tradicionales.

El ejercicio, tratamiento o experimento (que no debe sustituir ningún consejo médico) consiste en activar el cuerpo emocional, por medio del simple recuerdo de un evento complejo que usted haya pasado: un despido, una ruptura, una humillación... un evento inesperado que le movió su paz, a un ambiente de perturbación... Y al sentir esa emoción, al transportarse en ella y reposar sobre ese recuerdo para lograr una intensificación de este, se proceda a GRITAR como tan fuerte le sea posible, con todas sus fuerzas (no un grito a medias, ni un suave atado al "qué dirán" los vecinos), sino un grito con toda la vitalidad que le queda, como quien grita para desprenderse de algo que le estorba.

Detengámonos un minuto en ese momento. ¿Cuándo fue la última vez que gritó? Y no es gritarle a otra persona directamente, no es ese el objetivo de promover interacciones violentas, sino de dejar a un lado una emoción negativa que ha quedado enraizada en nuestro ser, utilizando una técnica que proviene de la biodecodificación emocional (que no es considerada una ciencia, pero a miles les ha funcionado, incluyéndome). Lo interesante del cuerpo emocional (que viene a ser uno de los diferentes cuerpos que tenemos físico, mental y espiritual) es que de cierta forma es como la canción de Shakira: "bruta, ciega, sordo y muda" ya que no logra distinguir los eventos, no sabe si está frente a la persona que causó el meltdown o si es alguien nuevo que le hace sentir algo similar, el cuerpo emocional solamente siente.

Nuestros sentidos y aquellos datos que resultan relevantes se almacenan en nuestra parte consciente; mientras que millones de micro-interacciones y situaciones que vivimos día a día quedan guardadas en el casi infinito espacio que representa el subconsciente. Ahí es donde residen muchas de las "emociones ocultas" que están enterradas en lo cotidiano y que expulsamos con el método del grito. Así que le dejo ese ejercicio porque he sentido con gran dolor la sensación de inmensidad que se ha ido armando en los hombros de cada quien, con sus propias particularidades. Todo saldrá bien, grite, respire y salga a correr (todo eso es gratis).

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